29 sept 2011

No, no se olvida...

1
Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal.
(Ciertamente, ya llegó a la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo menos del rencor).

Tlatelolco será mencionado en los años que vienen
como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea,
pero esto fue peor,
aquí han matado al pueblo;
no eran obreros parapetados en la huelga,
eran mujeres y niños, estudiantes,
jovencitos de quince años,
una muchacha que iba al cine,
una criatura en el vientre de su madre,
todos barridos, certeramente acribillados
por la metralla del Orden y Justicia Social.

A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados,
y el pueblo se aprestaba jubiloso
a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México.

2
El crimen está allí,
cubierto de hojas de periódicos,
con televisores, con radios, con banderas olímpicas.

El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.
Alrededor las voces, el tránsito, la vida.
Y el crimen está allí.

3
Habría que lavar no sólo el piso; la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.

Las bocas de los muertos nos escupen
una perpetua sangre quieta.

4
Confiaremos en la mala memoria de la gente,
ordenaremos los restos,
perdonaremos a los sobrevivientes,
daremos libertad a los encarcelados,
seremos generosos, magnánimos y prudentes.

Nos han metido las ideas exóticas como una lavativa,
pero instauramos la paz,
consolidamos las instituciones;
los comerciantes están con nosotros,
los banqueros, los políticos auténticamente mexicanos,
los colegios particulares,
las personas respetables.
Hemos destruido la conjura,
aumentamos nuestro poder:
ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.

Tenemos Secretarios de Estado capaces
de transformar la mierda en esencias aromáticas,
diputados y senadores alquimistas,
líderes inefables, chulísimos,
un tropel de putos espirituales
enarbolando nuestra bandera gallardamente.

Aquí no ha pasado nada.
Comienza nuestro reino.

5
En las planchas de la Delegación están los cadáveres.
Semidesnudos, fríos, agujereados,
algunos con el rostro de un muerto.
Afuera, la gente se amontona, se impacienta,
espera no encontrar el suyo:
"Vaya usted a buscar a otra parte".

6
La juventud es el tema
dentro de la Revolución.
El gobierno apadrina a los héroes.
El peso mexicano está firme
y el desarrollo del país es ascendente.
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión.
Hemos demostrado al mundo que somos capaces,
respetuosos, hospitalarios, sensibles
(¡Qué Olimpiada maravillosa!),
y ahora vamos a seguir con el "Metro"
porque el progreso no puede detenerse.

La mujeres, de rosa,
los hombres, de azul cielo,
desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
que constituye la patria de nuestros sueños.


Jaime Sabines
Tlatelolco 68

13 sept 2011

28 de septiembre de 1821


Ésta, y no el 16 de septiembre de 1810, es la verdadera fecha de la firma del acta de independencia de México… coloco la fecha al principio de éste artículo para que se sepa (ya que al parecer nadie sabe cuando se celebra la independencia de México), y para que se ubique, en realidad, que es lo que se celebra el 16 de septiembre: el inicio de la guerra por la independencia de México; guerra, que siendo un fracaso al principio, esa es la verdad, se mantendrá, entre caídas, homicidios, traiciones, genocidios, batallas, ejecuciones, persecuciones, etc., Once años, con doce mese y doce días, hasta concluir, con la formación del ejército Trigarante de Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide y su entrada a la ciudad de México, destituyendo a el último virrey, Juan O’Donoju, y firmando el (así dice…), “Acta de Independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por su junta soberana, congregada en la capital el 28 de septiembre de 1821… y así comienza dicha acta: “La nación mexicana, que por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en la que ha vivido… Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados y está consumada la empresa, eternamente memorable, que un genio, superior a toda admiración y elogio, amor y gloria de su patria, principió en Iguala, prosiguió y llevó a cabo, arrollando obstáculos, casi insuperables…” Así continúa éste Acta de Independencia… un hermoso texto, por cierto, que para variar, muy pocos han leído.

Por eso (me temo que soy un “aguafiestas”), conforme a ésta realidad histórica, creo que deberíamos celebrar el Bicentenario de la independencia de México, dentro de once años, con doce meses y doce días, el 28 de septiembre del año 2021… (Por cierto, que para ésta fecha, no se ha programado ni un solo recordatorio ni mucho menos una celebración, al menos que yo sepa, o que haya sido tan millonariamente publicitada como la del falso “bicentenario de la independencia).

Bien, pues, ni hablar: con omisiones, olvidos, (como el arriba mencionado), tergiversaciones, a veces con más leyendas, fábulas o falsos datos que realidades se ha construido mucha de la historia mexicana. Sería enorme, les aseguro, la lista de acontecimientos, personajes, hechos, o que no existieron, o que se han olvidado, o que en realidad sucedieron de otra manera… la historia novelada y la historia como ciencia en relación a éste tema suelen confundirse al punto de que resulta difícil, mirando al pasado, intentar visualizar lo real… Por ejemplo: realmente en su arenga en el inicio de la rebelión y guerra de independencia, el 16 de septiembre, el cura Hidalgo, ¿dijo lo que dicen que dijo? Allende e Hidalgo, ¿buscaban realmente el mismo tipo de independencia o abrieron la puerta a un movimiento social y militar que en verdad no querían, pero que ya no pudieron controlar? Será cierto que, como consta en cartas y declaraciones frente a tribunales virreinales y eclesiásticos, ¿Hidalgo abjuró del movimiento independentista y se arrepintió de lo que había iniciado? (consta que Morelos también, y hasta ubica a muchos de sus compañeros junto con arsenales, pólvora y municiones escondidas) ¿Será verdad que el general Allende intentó envenenar varias veces al cura Hidalgo, porque éste al final no quiso someterse a las reglas y a la dialéctica de la propia guerra?

Cuesta trabajo imaginar que personajes de tan alta talla, hubieran tenido debilidades y conductas como éstas, cobardes o traicioneras, y nos cuesta trabajo imaginarlos así, porque no vemos en ellos al ser humano como tal, inmerso en un torbellino de circunstancias y acontecimientos a veces muy contradictorios y preferimos ver al ser “inmaculado”, casi “santo”, que algunos “historiadores poetas y novelistas”, han construido, como para que cada uno de estos grandes hombres se conviertan o funcionen frente a nosotros como “espejos de virtudes”, en los cuales debemos reflejarnos; claro, para beneficio y tranquilidad de la clase gobernante o en el poder, que, desde luego, siempre nos dirá que son “herederos” de esos espejos sin mácula, cuasi perfectos que son los héroes. Las luchas y gestas de estos “espejos de virtudes”, justifican su estancia en el poder, porque ellos también, como aparecen en los medios, se creen “espejos de virtudes” .

Ciertamente, me siento como un aguafiestas… pero frente a la celebración, que creo es válida y justificada (tal vez con menos dispendio y exageración); creo que también es necesario pensar, reflexionar objetivamente respecto de nuestro pasado, para intentar encontrar al “ser humano real”, para encontrarnos, en ése mismo sentido, a nosotros mismos, hoy.

No sé a qué obscuros intereses, o a qué obtusa dialéctica obedece ésta enajenación de la historia, esta contaminación del pasado, (ya haría falta una “ecología de la historia, creo); los propios historiadores, los sociólogos, politólogos, etc., pueden argumentar lo que quieran… no importa… sólo sé, que poniéndome, (como un simple y mínimo individuo de éstas agitadas y vertiginosas décadas), frente a los acontecimientos surgidos el 16 de septiembre de 1810 y el 20 de noviembre de 1910, soy (“leanescuchen” bien) "un hijo de los sobrevivientes", así, literalmente y sin falsa retórica.

Contra el mediocre optimismo progresista, miro al pasado para comprobar como los mejores han sido aniquilados, destruidos y, lo que es peor, por culpa de esa enajenación histórica, sin que los hayamos comprendido y en muchos casos, sin que ni siquiera se les haya conocido… es patético…
Más que deprimente, éste es un hecho sumamente triste que se comprueba día con día y por desgracia, (seamos objetivos, por favor), mucho más patente en los jóvenes, cuya ignorancia e inconsciencia respecto de aquellos acontecimientos y grandes hombres y mujeres, no es ya oceánica, sino diutúrnica.

Estoy seguro que ésta afirmación, de que "somos hijos de los sobrevivientes", no tiene para ellos el menor sentido, como pudiera tenerlo para un joven japonés después de Hiroshima, o para un joven judío después de los campos de exterminio nazis; y esto es lo que precisamente resulta grave, porque, ciertamente, de aquellos que vivieron, que pensaron, que trabajaron, que lucharon, que crearon, que sufrieron antes que nosotros, heredamos no sólo la vida, sino también, (ojo…) “el sentido de la vida”, y eso es algo que es necesario considerar y comprender profundamente, para poder reaccionar hoy.

Un ejemplo, a manera “Patria”, “República”, “País”, “Pueblo”, “Libertad”, “Independencia”, “Justicia social”, o “Democracia”, que tuvieron Don Anastasio Bustamante, Morelos, Zapata, Mina, o Juárez; que el sentido que tienen los políticos actuales? Creo que, mejor respóndanse cada quien… y, si tú o usted, respondió que no (digo –irónicamente- es una posibilidad), pregunto de nuevo: ¿seremos capaces de recuperar el sentido que nuestros próceres realmente imprimían a estos conceptos?.

Recalco, que no se trata de simples semánticas, sino dimensiones sintácticas auténticas, vivenciales y hasta trascendentales que tienen que ver mucho con nuestro presente.

Al final, el lado, digámosle así, “sano”, o positivo de éste tipo de recordatorios civiles, sería el de ubicar, a grandes rasgos, a los más jóvenes devolviéndolos al sentido real de lo que es tener y compartir una conciencia histórica, como vínculo funcional, interdependiente, interactivo entre el pasado y el presente. Al respecto me refiero a asuntos no sólo de carácter conceptual, sino también a aquellos de esencia vivencial que genéricamente y en un sentido muy amplio, han afectado al ser humano (no sólo al mexicano), prácticamente en toda su historia, como es concretamente el asunto de la guerra; cuyo inicio, el 16 de septiembre, se “celebra”.

Veamos, desde muy niño, siempre tuve la impresión de que la historia (en general, pero en éste caso la mexicana), era una narración encadenada por una interminable sucesión de guerras… guerras precolombinas, guerras de conquista, guerras de independencia, guerras de invasión, guerras de Reforma, guerras revolucionarias, guerras cristeras, guerras del narco… guerras muchas guerras… Es, como si los historiadores nos quisieran decir, que la paz y el progreso, la estabilidad y la evolución sólo pueden obtenerse por medio de la confrontación y la guerra; pero, no es así, entiéndase… NO SOMOS HIJOS DE LA GUERRA (en éste caso, de la guerra de independencia o de la guerra de la revolución), somos hijos de los sobrevivientes de la guerra, algunos, dignos hijos de esos sobrevivientes, otros… bueno… hay otros.

Entender esto, entender la diferencia entre una y otra posición es básico y urgente.

Frente a la escalada estupidizante de los medios de comunicación, frente a la paranoia, la retórica vacua, la omisión o la enajenación histórica, está, actualmente, esa realidad lacerante de la pobreza frente a la riqueza exagerada, la justicia de unos pocos frente a la injusticia masificada, la frustración de muchos, la tristeza y la falta de oportunidades a las que ya son condenados muchos niños y jóvenes… pregúntenle a un niño en condición de calle o a un joven que no puede estudiar o que no consigue empleo, o a una ama de casa que no tiene que darle de comer a hijos, o a un obrero que es despedido de su trabajo, o a un anciano abandonado a su suerte, o a un niño enfermo que no recibe atención médica porque no tiene una credencial o no está “afiliado” (a la vida, será…), pregúntenles a todos ellos, por favor: ¿Qué es patria, justicia social, república, país, democracia...? Pudiera ser, que les respondan, no con el sentido que lo entienden los políticos, sino con el auténtico sentido con el que lo aplicaban nuestros muy dignos (claro que si), padres. En la voz del niño o del joven encontrarán la voz de Morelos, en la del obrero, la de Mina, Allende, o Hidalgo, en la del ama de casa, (“segurito segurito”), la de Gertrudis Bocanegra, Leona Vicario, o Vicenta Elizarrarás, mujeres de todo mi amor y respeto, como el ama de casa actual.

Finalmente, celebren, está muy bien, recuérdenlo, es el Bicentenario del inicio de la guerra de Independencia, no la Independencia de México, y como tal, como guerra que fue, resultó muy doloroso, muy difícil, trágico, lleno de frustraciones y fracasos, sólo recuerden, que a poco tiempo de haber iniciado la lucha, a todos, absolutamente a todos los líderes del movimiento los fusilaron, los decapitaron y con ellos, murieron miles, miles de indígenas, campesinos, militares dignos, intelectuales ejemplares; todos pueblo, pueblo real, como tú (o como usted).

Sin embargo, (observen), el sentido de la vida con el que iniciaron esa dolorosa gesta, lo entendieron, lo sintieron y lo supieron continuar otros, a pesar de todo, de la traición fratricida, del genocidio, del oprobio, del hambre y la muerte; fueron ellos, los milagrosos sobrevivientes, los inocentes de todo y que sólo querían vivir dignamente (igual que antes, como ahora, he ahí parte de la continuidad funcional de la que hablaba) y que por ello lucharon, ellos, los del heroísmo anónimo, el de la lealtad, el del amor a las víctimas, el del honor, la valentía a prueba, los que continuaron y lograron consolidar ése sentido de la vida que heredaron de sus padres… celebren… pero también recuerden con respeto, aquella gente lo merece. No necesitan poner sus nombres a calles, o a países, o erigirles monumentos o estatuas, frías y sin espíritu, mejor estatuas vivas, cada uno de nosotros, actuantes frente a lo injusto, ayudando al débil o al menos afortunado, sabios, sensibles, valientes; como aquellos de los que heredamos la vida y el sentido de la vida, y ser dignos, hijos de los sobrevivientes.

Personalmente, no voy a celebrar, que celebren otros, creo que prefiero recordar con respeto lo real e intentar ver con claridad el pasado y su continuidad en el presente, prefiero pensar y visualizar; aunque sé, estoy absolutamente convencido, que en la sencillez de un tradicional y rico plato con pozole, hay mucho de la dignidad perdida y del sentido de la vida que heredamos de nuestros padres, en la continuidad amorosa y desinteresada con la que día con día, las prodigiosas manos de las madres mexicanas, antes de la Independencia, en la Independencia, en la Revolución y aún hoy en día, siguen alimentando a sus hijos; no hay mayor prueba de amor, lealtad y dignidad a la patria, señoras y señores, que esa… porque ni uno sólo de los héroes hubiera hecho nada, sin ese recaudo ejemplar de amor.

Sólo por eso, si acepto un plato de pozole, para poder continuar en curso de ésta batalla, que es la vida. Ojalá los que me sobrevivan, entiendan el sentido de la vida que subyace en éste último comentario… con respeto a ustedes, a su sensibilidad y a su inteligencia.


Por Jaime Villareal Ramírez
Publicado hace un año en “Orbitando”, Periódico de la Universidad Latina de México.

En su honor